lunes, 25 de febrero de 2013

Rechazar el “porque lo digo yo” para cambiar el mundo


Imagen de www.desmotivacion.es
Cuando los niños son pequeños comienzan a descubrir el mundo mediante su experiencia personal, pero guiados por los adultos que los rodean. Al principio se limitan únicamente a probar aquello que les ofrecen sus padres, rechazando el resto de experiencias por miedo o desconfianza, pues los padres son lo único conocido, y lo único seguro. Poco a poco aparecen nuevos retos que tientan al niño a experimentar en terrenos más desconocidos, pero siempre bajo la supervisión de papá o de mamá, poniéndolos como referencia de lo que es bueno o malo para él.

 Pero esta referencia pronto se distorsiona frente a los pequeños placeres de la vida del niño, tocar todas las nuevas texturas que se le presentan, chupar objetos con colores y formas extrañas, correr, saltar, gritar para oír cómo suena su voz... Además el niño comienza a tener poder de decisión frente a algunas cosas según va adquiriendo su independencia, come solo, se viste solo, elige a qué quiere jugar o qué cuento quiere que le lean sus padres por la noche... Esto puede llevar al niño a pensar que si es capaz de hacer estas tareas solo, también puede decidir sobre otros aspectos de su día a día, como si quiere comerse las judías verdes o no, o si quiere tomarse un jarabe que le sabe mal.

Esta etapa del desarrollo de los niños es conocida popularmente como “la edad de los retos” o “la edad de los porqués” . Los niños plantean a los adultos preguntas sobre las normas establecidas, intentan cambiarlas a su gusto, llegando a retar a sus padres y profesores, e incluso a desesperarles. Desgraciadamente para algunos adultos solo existen dos respuestas a estas preguntas: “Porque no”, y “Porque sí.”, aunque también está el conocido “Porque lo digo yo, y punto.” . Desde este modesto blog desaconsejamos encarecidamente el uso de estas cómodas pero ineficaces fórmulas. Las negativas o afirmaciones rotundas pueden ser una rápida solución a posibles cuestiones incómodas (“¿porqué los niños tienen colita y las niñas no, mamá?”) o molestas (“¿Por qué no me compras esto, papi?” ...7º intento), pero no dejan de ser un parche a una situación que seguirá sus cauces, pues aunque el niño no manifieste sus dudas, las seguirá teniendo.

 Si enseñamos a nuestros hijos y alumnos a que acepten un sí o un no como respuestas válidas, que cobran valor por su procedencia(porque lo dice tu padre, o porque lo dice tu maestro) y no por su funcionalidad, conseguiremos niños dóciles, fáciles de convencer y obedientes, en el mejor de los casos. O, en el peor de los casos conseguiremos unos niños rebeldes y resentidos porque no comprenden tanta prohibición sin sentido aparente, que aprovecharán la menor ocasión para actuar como les apetezca en el momento en el que falte la figura que ordena y manda. Poniéndonos en el primero de los casos, nuestros hijos acatarán todas nuestras órdenes sin cuestionarnos, nos preguntarán y pedirán permiso en las situaciones nuevas en las que no sepan cómo actuar, y en el caso de que sean nuestros alumnos, aprenderán de memoria todo lo que salga de nuestros labios, respetarán al cien por cien las normas de clase y cumplirán con las directrices establecidas por su inmediato superior( el docente) sin rechistar.

 Algunos padres y maestros pagarían por tener este hijo o alumno “ejemplar” en sus casas o aulas, pero ¿es esto lo que queremos? ¿Es este el tipo de ciudadano que queremos formar? Si a un niño le quitas la posibilidad de cuestionar la realidad que le rodea cuando la está descubriendo, no sólo anularás el desarrollo de su sentido crítico, sino que harás de él una persona dependiente que no sea capaz de tomar sus propias decisiones y de asumir sus consecuencias. Si les damos una explicación a los niños de porqué algunas cosas pueden hacerlas y otras no, de cómo funcionan las relaciones sociales y sus normas, de qué puede ser peligroso para ellos y porqué, les damos, no sólo la posibilidad de comprender esta realidad, sino la de cambiarla para mejorarla. Si les enseñamos a obedecer a una autoridad superior solo por valores de jerarquía, dejarán de pensar por sí mismos, dejarán que su futuro lo decidan otros con sus intereses, sean morales o no, sean justos para ellos o no.

Al principio hay que explicarles las cosas muy a su nivel, pues aunque muchos adultos creen que no pueden entender nada, los niños empiezan a razonar en cuanto comprenden la relación causa-efecto. En seguida aprenden que las negativas o prohibiciones tienen un sentido, que al final ellos también ganan algo y que las normas se pueden debatir para asumirlas mejor. Esta es una de las mejores lecciones que le podemos dar a un niño, enseñarle a debatir. Con estos tiras y aflojas con los padres los niños aprenden a exponer sus argumentos de una manera lógica, dando valor a los que de verdad lo tienen y desechando los que son meros caprichos sin coherencia ni defensa ante los padres.

 Los padres también aprenden a dialogar con los hijos y a crear nuevas normas más acordes con la realidad de toda la familia, no de forma unilateral. Estos acuerdos son más justos y fáciles de cumplir porque el niño se siente participe de ellos, no un mero ejecutor. La enseñanza del debate les será de gran valor en el futuro, cuando tengan que defender sus derechos ante una injusticia en la escuela, o en la universidad, o en su puesto de trabajo. Desde luego no va a ser un ciudadano conformista, que acate las leyes sean justas o no, sino una persona inteligente, que comprenda las limitaciones de la realidad pero que luche por superarlas, tratando de crear nuevas relaciones y normas que mejoren su vida y la de las futuras generaciones.

Tomémonos un tiempo para hablar con los niños, es una inversión a muy largo plazo, pero necesaria. Es mucho más fácil y rápido decir “porque yo lo digo” que dar una explicación o abrir un debate de porqué está bien o mal hacer algo, pero el beneficio de este tiempo invertido en los niños no solo favorecerá las relaciones con padres y maestros, sino que enriquecerá la personalidad de estos futuros adultos que formaran una sociedad que podría ser mejor, si les ayudamos a construirla.



viernes, 15 de febrero de 2013

Introducción



Los Goonies, bonito nombre para comenzar. Somos un grupo de alumnos de primero del grado de magisterio de educación infantil en la Universidad de Alcalá de Henares, nuestros nombres son: Laura González, Alicia A. Grossón, Mario Hernández y Cristina López.

Este blog va a ser nuestra herramienta para poder reflexionar y debatir sobre todo lo relacionado con la asignatura de Orientación e intervención tutorial, basándonos siempre en un punto de vista crítico y dándo nuestra opinión respecto a todos los temas.

Esperamos remover conciencias y formar nuevas ideas en el pensamiento de quién lea esto y sobre todo poder contar experiencias interesantes y divertidas sobre esta asignatura.